Reencuentro con Valledupar mi ciudad natal | Patoneando Blog de viajes
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Reencuentro con Valledupar, mi ciudad natal

Estas líneas las escribí poco a poco. Fue un proceso de retro-alimentación y auto-observación a mi tierra natal. Después de dos años de ausencia, regreso a Valledupar, la ciudad que me vio nacer. No es fácil escribir sobre un lugar que no visitas por primera vez, de hecho es más difícil aún describir lo que siempre fue tu diario vivir, pero cuando se vuela tan lejos y durante tanto tiempo, todo cambia. Tú cambias, tu forma de ver y observar las cosas también. Por eso, recordé el libro El Arte de Viajar de Alain De Botton donde invita al lector a reparar en lo que ya conoce y tratar de describirlo.

Así que siguiendo las pautas del señor De Button, le propuse a mi hermana y a una de mis primas salir conmigo a la plaza principal de la ciudad, la Plaza Alfonso López, un lugar que con el tiempo dejé de frecuentar porque no «tenía nada que hacer allá», pero quise venir principalmente por una razón: En mi post donde hablo de la Nostalgia de patria que sentí en algún momento estando por fuera, hablo de lo mucho que extrañaba comer frutas recién «bajadas del árbol» (??) y un buen raspao entre otras cosas. Deseaba disfrutar de tantos sonidos, colores y sabores que por más que lo intenté, nunca los encontré en el viejo continente, escaseaban. Así que volví a «La Plaza» para buscar lo extraordinario en lo cotidiano.

VALLEDUPAR, MI CIUDAD NATAL

Empezamos a recorrerla y me acerco a un vendedor de «raspao» que adorna su carrito con el escudo de uno de los equipos locales de Colombia, El Junior, porque para la mayoría de los colombianos, el fútbol es un tema muy serio e importante y es motivo de celebraciones y llantos -dependiendo del caso-. Bueno, perdona que me vaya así, tan por las ramas pero ya antes había advertido que este post hace parte de un proceso de auto-observación a mi tierra natal.
Retomando el tema del raspao, me acerco, saludo al vendedor, un hombre moreno, de rasgos muy caribeños y de unos cincuenta y tanto de años y le pido tres raspaos.

-¿Tres na’ ma’? Me pregunta sonriendo
-Entre risas le respondo, sí amigo, tres na’ ma’.
Sí, así comiéndonos el final de las palabras como los cubanos o cualquier otro costeño, porque pedirle a alguien del Caribe que «pronuncie bien» las palabras, es como pedirle a un francés que se empate con una buena pronunciación, ¿Quién les dice algo? No señor, deje así.

Valledupar mi ciudad natal -Patoneando (16)

Valledupar mi ciudad natal -Patoneando (15)

Y fue así como entre risas terminé lamiendo mi vaso y el de mi prima y mi hermana. Podría comprar uno cada día o mejor dicho, cada hora e incluso tomarlo como un trabajo o más bien, inventarme un nuevo trabajo:
Lina «la catadora de raspao» quién va por todo el continente Latinoaméricano degustando y comparando los diferentes tipos y variedades de esta suculenta bebida tan típica del Caribe.

Seguimos caminando a un ritmo lento, que no impacienta. Recordé que en el Círculo Polar Ártico el tiempo iba a paso de tortuga por la falta de sol. Casi todo el día en la penumbras me hacía pensar que el tiempo tenía otra relatividad. Allá por la falta de sol, acá porque el verano eterno hace que los minutos se estiren con el calor. Este lugar -y no hablo de la ciudad sino de este preciso lugar, la plaza- está rodeado de casas blancas con grandes ventanas de barrotes de madera y tejados que aún conservan los rastros de la colonización española. Pasamos por algunas casas con ventanas enrejadas, doy un vistazo a lo lejos y me doy cuenta que muchos siguen viviendo sin prisas, como si el tiempo se congelara. Incluso veo a un hombre en la terraza de su casa, dejándose gobernar por la siesta en una hamaca. Así debieron vivir nuestros antepasados, sin el «corre corre» con el que vivimos hoy en día.

Valledupar mi ciudad natal -Patoneando (6)

 

La Plaza Alfonso López

La Plaza Alfonso López

Nótese la vida sin prisas..

Nótese la vida sin prisas..

Cuando hago énfasis en: este lugar es porque aún se conserva intacto -o al menos eso intenta-  a diferencia del resto de la ciudad. Hace unos días fui invitada a dar un paseo histórico-cultural por mi ciudad. La misma ciudad que hoy ha cambiado tanto y que ya empezaba a desconocer. La misma que durante mi infancia y juventud recorría con mis amigos con quienes después del colegio me escapaba al río Guatapurí para bañarnos en sus aguas heladas que bajan directamente de la Sierra Nevada de Santa Marta; bueno en realidad ellos se bañaban y yo me quedaba en la orilla comiendo todo lo que los vendedores ambulantes tenían para ofrecerme. Amigos que hoy ya no están, que partieron en una larga despedida. La nostalgia me invade y me dan ganas de llorar.

Observo el río. Sigue intacto, tal y como lo recuerdo. Lo que ha cambiado son los tiempos, la compañía ya no es la misma, yo no soy la misma. Valledupar es la costa verde de Colombia, no tiene mar pero estamos rodeados de vegetación y un río de aguas heladas donde los indígenas Tayronas arrojaban el oro para ofrendarlo; por eso los españoles frecuentaban tanto este lugar. Hoy sigue siendo lugar de reencuentro, de «sancochos familiares» y de paseos con la familia.

El Río Guatapurí

El Río Guatapurí

Valledupar mi ciudad natal -Patoneando (5)

Aquí sigo yo, caminando por las mismas calles llanas de esta pequeña ciudad. Pequeña pero progresando, porque también hay centros comerciales, grandes cadenas de almacenes y uno que otro edificio. Un progreso a paso lento pero seguro y OJO, esto no tiene ninguna implicación política ni mucho menos. Muchos de estos edificios no existían cuando yo era pequeña e incluso la mayoría de construcciones se realizaron en estos últimos años, cuando yo estaba ausente. De allí mi cara de sorpresa al ver todo nuevo.  Antes yo recorría las mismas calles adoquinadas y muchas sin pavimentar, como lo hace cualquier persona en su ciudad: Sin observar, sin analizar, sin poder comparar porque.. ¿Cómo se puede comparar sin un punto de referencia?

VALLEDUPAR, TIERRA DE ACORDEONES 

Observo. Pasajeros apiñados en una moto, hombres gritándose de esquina a esquina, los taxistas interviniendo en tu conversación para luego reírse contigo, ir a un restaurante y sentir que quien te atiende prácticamente se va a sentar a comer contigo también. Acá la confianza puede sobrepasar los límites para quienes no estén acostumbrados, para quienes no conocen; aquí, al igual que en otros pueblos de la costa, se vive diariamente en el verdadero Macondo. No se me hace extraño que Gabriel García Márquez se haya inspirado con nuestra cultura y con nuestra música para darle vida a ese realismo mágico que caracterizó sus novelas en la historia de la Literatura.

La magia de sus historias, es la misma magia que se traduce en versos y canciones dándole lugar a la música vallenata, que identifica a Colombia ante el mundo. Por eso a Valledupar se le conoce como la capital Mundial del Vallenato, un género que personifica las vivencias de un pueblo y el mestizaje de tres culturas: La europea, la africana y la nativa, representadas en tres instrumentos musicales, el acordeón, la caja y la guacharaca.  Esta música, que ahora es declarada por la Unesco Patrimonio Cultural e Inmaterial de la humanidad, es también motivo de festejos, de reuniones musicales -llamadas parrandas-  en terrazas y patios traseros que con la misma alegría que brinda el whisky en un rito de amigos, es ovacionada y honrada en un festival folclórico-cultural que se celebra anualmente durante la última semana del mes de abril, recibiendo a miles de visitantes de todo el mundo: El Festival Vallenato.

Este tema de la música, el festival, las parrandas y el baile da para un artículo completo, por eso para explicarte mejor, recordé este vídeo de tres minutos, donde puedes entender mejor la celebración de este género musical, ver los instrumentos e incluso escuchar el acento costeño «que se come las letras finales».

https://www.youtube.com/watch?v=i4nkxzdpM14

Recorriendo la ciudad, me llegan los recuerdos como si pasaran por un embudo, de a poquito y todo en su mismo orden, coordinados. Al ver tantos árboles pensé en todos los euros que pagaba por comprar un mango del tamaño de mi pequeña y delgada mano en Francia. Acá los consigo por doquier, es una ciudad con más de 200.000 árboles de mango, así que son prácticamente gratis y grandes. Los adictos a esta fruta no deberían venir, tendrían una sobredosis diaria. Ni aquellos que no les guste la música, ni escuchar la alegría, el bullicio y la amabilidad de la gente. Acá no escatiman elogios ni verdades, a veces exagerado según el gusto de cada quien.

Mi abuela consintiéndome en el patio de su casa..

Mi abuela consintiéndome en el patio de su casa..

Dicen que hay que salir de tu tierra por mucho tiempo para regresar y ver con otros ojos lo que antes era normal. No recuerdo cuántas veces vi pasar a mi lado a los indígenas Arhuacos y no les prestaba atención. Ni a ellos, ni a sus tradiciones. Recuerdo que en Europa muchos amigos me decían que soñaban con ver a alguna población indígena en vivo y en directo. Hasta ese momento, nunca había analizado todo lo que subestimamos cuando tenemos las cosas cerca. Tuve que salir durante dos años para regresar a casa y buscar a un indígena, hablarle, preguntarle por sus tradiciones, por sus creencias y es así como llegué a él. Para ser honesta no recuerdo su nombre (el problema de no tomar nota enseguida). Tenía un poporo en la mano y hacía movimientos circulares. El poporo es como una calabaza ahuecada en el que machacan la concha de mar y después con el palo transfieren el polvo de las conchas trituradas con las hojas de coca que tienen en la boca  -Atención: Coca más no cocaína-. Esto lo mastican y lo escupen, lo mastican y lo escupen y así durante todo un día para poder resistir las caminatas y ascensos a la Sierra Nevada en recorridos de hasta siete kilómetros diarios.

Valledupar mi ciudad natal -Patoneando (11)

 

El poporo

El poporo

La planta de coca

La planta de coca

La brisa decembrina me trajo muchos más recuerdos, una infancia donde jugaba con mis primos hasta el cansancio y una juventud donde anhelaba las parrandas vallenatas en la casa de mis amigos para reunirnos hasta el amanecer. Los tiempos cambian, las personas también. Me reencuentro y me vuelvo a despedir de la ciudad que me vio nacer y que siempre será parte de mí. Como dije al principio, no es fácil ver la cotidianidad con otros ojos, pero al parecer la tarea del autor De Botton no se me hizo tan difícil, al menos no después de estar viajando y compartiendo con diferentes culturas los últimos dos años de mi vida.  Hoy estoy aquí, recorriéndola con los mismos pies y observándola con diferentes ojos.

Gracias a PaseoVallenato Tour por la invitación. Si vas a Valledupar puedes contactarlos en su página web o en facebook La atención y los servicios son recomendadísimos.
Lina Maestre
Lina Maestre
Soy Lina. Viajera, creadora de contenido, autora y emprendedora. Soy la que escribe, toma fotos y edita este blog. Nací en Colombia y he viajado en solitario y en pareja por más de 40 países. Soy autora del libro El Arte de viajar sola y la creadora de Ellas por el Mundo (una agencia de viajes para mujeres). Acá encontrarás relatos de viajes, consejos y guías de destinos e inspiración para tus viajes. Puedes ver mi día a día a través de Instagram.

10 Comments

  1. Valeria D. dice:

    Enhorabuena por tu forma de transmitir lo que vives, logras trasladarme al lugar del que hablas 🙂

  2. Claudia dice:

    Hola Lina

    No sabia que también eras valduparense o vallenata, tienes razón en decir que hay muchas cosas que notamos y apreciamos solo cuando estamos lejos y regresamos a nuestra casa. Valledupar es una ciudad pequeña de la que me siento orgullosa y sorprendida. Cada vez que voy encuentro muchas cosas nuevas y otras que se mantienen intactas; como el amor y sentido de pertenencia de la gente por su cultura, también aquellas costumbres «provincianas» y ni hablar de los barrios tradicionales.

    Felicitaciones por resaltar lo bonito de nuestra región y por darnos ideas para seguir conociendo el mundo.

    • Lina Maestre dice:

      Hola Claudia, muchas gracias por pasarte por aquí 🙂 Definitivamente Valledupar es una ciudad con costumbres y una hermosa cultura para resaltar pero que en el día a día no podemos observar. Me alegra que hayas disfrutado el artículo. Un abrazo

  3. Gisseth dice:

    Este blog es un referência entre las conversaciones con MIS amigos de rio Grande do soul

  4. sikis izle dice:

    Hola y gracias por este blog es una verdadera inspiración ..

  5. Dnaiela dice:

    Divino tu post

  6. william licona dice:

    Tuve la oportunidad de viajar a valledupar hace unos días y quede enamorado de la ciudad, las personas, la historia el paisaje y todo Valledupar enamora, la plaza Alfonso lopez y el parque de la leyenda vallenata… en Junio próximo regreso.

    • Lina Maestre dice:

      Hola William. Me alegra que te haya gustado Valledupar! Encierra mucha historia y cultura. Espero que tu próxima visita sea igual de agradable. Saludos!

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