No tenía planes para quedarme en Buenaventura, el puerto marítimo más destacado sobre el Océano Pacífico y el más importante de Colombia. Sin embargo, los planes que hice fueron inmediatamente desbaratados por el camino y la ruta misma.
Llegué desde Cali en un intento desesperado por buscar un barco o lancha que me llevara hasta Bahía Solano y sin saberlo, me quedaría casi una semana hospedada en la casa de Jenny, a quien conocí a través de Couchsurfing en Cali.
Toda esta red de conexiones cuando se viaja siempre viene con un propósito. El mío, puedo decir meses después, era conocer Buenaventura por primera vez.
Hay ciudades que son inmediatamente catalogadas con un «acá no hay nada que ver o nada que hacer». Soy de esas personas tercas que al escuchar esas palabras no solo busco la manera de ir sino que prefiero quedarme algunos días para «ver con mis propios ojos» si es cierto o no. Eso escuché muchísimas veces de Buenaventura. ¿Para qué ir hasta allá? ¿Qué esperaba encontrar? Así que me quedé y saqué mis propias conclusiones.
El problema no es el calor. El problema es la humedad que se te pega hasta en las pestañas. Llegué a Buenaventura desde Cali y no pasaron más de diez minutos en sentir el olor a humedad, en sentirme «pegachenta» y notar que hasta en la ropa se impregnaba.
La vida costera es así, me digo a mi misma. Fui por primera vez al muelle turístico y veo mujeres negras sentadas en sus sillas de plásticos, con los pies descalzos sobre alguna butaca de madera. Algunas cierran los ojos, otras miran al horizonte como buscando quién sabe qué.
-Siga, a la orden, sin compromiso. Me dice una cuando paso enfrente de su negocio.
-Gracias, le respondo con una sonrisa y sigo caminando.
Verlas a ellas, a los hombres que caminan con un «tumbao» como si tuvieran una grabadora invisible incrustada en su oreja, escuchar la bulla de otro vendiendo pesca’o, un niño comiendo frutas con las mano, las sonrisas, la quietud en medio de tanto desorden. ¡Me encantan los lugres diferentes! Siento que tienen una magia invisible a los ojos de muchos. Buenaventura es uno de esos.
Me subo por primera vez en un colectivo o un minibus para ir al muelle. Pago los 1.800 COP que cuesta el pasaje. Todos los colectivos tienen un auxiliar, ese chico que ayuda a los conductores a cobrar el pasaje, a abrir y cerrar la puerta y gritar desde la ventana a cualquier posible pasajero el nombre de la ruta.
-La cinco, la cinco. Centro, centro. Mami, ¿vas pa’l centro?
Desde la ventana observo algunas mujeres cargando a sus hijos, hombres vendiendo verduras, pescado y otras mercancías como relojes, sandalias, ropa, tecnología y todo lo que me pueda imaginar. Esto es Buenaventura, el puerto más importante de Colombia. Aquí se encuentra de todo y a bajo precio.
En el camino varios pasajeros piden parada gritando -«donde pueda»- desde la parte trasera del colectivo.
Estoy acostumbrada a decir «por acá por favor». No, estoy acostumbrada a no decir nada y esperar que se detenga en la estación correspondiente. Aquí es «donde pueda» y a los gritos.
No puedo viajar sin música. Me relaja, me hace pensar, me permite soñar e inventarme nuevas ideas. Cuando mi Ipod sufrió un pequeño accidente (la pantalla en mil pedazos), fui corriendo al centro a comprarme cualquier aparato que me sirviera para perderme en mis pensamientos. Es en el centro de una ciudad así como en su transporte público, donde se conoce la vida cotidiana.
Jugos y licuados de frutas a mil pesitos
Chontaduro con sal y miel es una combinación extraña pero me gusta
El Borojo es una fruta deliciosa
El calor, el calor, el calor
¿Alguien puede bajarle la temperatura al sol?
Agua agua agua gua gua gua a mil pesitos
Bachata, reggaeton y salsa mandan la parada
Agua de coco … ¡coco! Amo el coco
Mango biche con sal y pimienta (se me hace agua la boca)
Carritos con brasas cocinando pinchos
Carritos con frutas dentro de vasos desechables
Carros, motos y colectivos se adueñan de las calles
La vendedora del almacén de camisas que baila una canción de Choquibtown
El hombre que lleva perfumes reenvasados en una bolsa de plástica negra
El mismo hombre le vende un perfume a un tipo que se hace embetunar sus zapatos
La mujer que le grita al taxista por «ladrón»
«A la orden amiga, siga por acá, qué busca»
La humedad, la humedad, la humedad
El centro de Buenaventura resume lo que es vivir en una ciudad portuaria con habitantes afrocolombianos. Me encanta.
Jenny me invitó a una «cata» de licores típicos del Pacífico colombiano. Las explicaciones están mejor dadas en este vídeo.
Antes de dar click, deseo recalcar tres cosas:
1. El guarapo de caña hace más efecto del que pensaba
2.Después de este vídeo me fui a dormir (ejeem)
3. Perder la seriedad una vez al año no hace daño
Me lo advirtieron muchas veces. Me dijeron que no fuera, que «Buenaventura es peligrosa». Yo tenía que ir a tentar el destino y ver si encontraba un barco. Lo encontré y pasé más de tres semanas en el Chocó. Al regresar a Buenaventura, me quedé hospedada en la casa de Jenny nuevamente y estuve una semana descubriendo la ciudad por segunda vez.
Al bajarme del barco en el muelle carguero, noté un grupo de hombres ayudaban a un chico a bajar su equipaje. Él viajaba con su mujer y su bebé de brazos, así que necesitaba ayuda. Cuando me alejo para tomar un taxi, escucho la algarabía y los gritos. Me asusto. Me doy cuenta de la situación.
Los hombres le estaban cobrando 50.000 pesos (unos 20 usd) por la «ayuda a bajar tres maletas del barco». El hombre les decía que no tenía ese dinero y trataba de explicarles su situación. La mujer detuvo un taxi y como pudimos subimos las maletas al auto mientras ellos intentaban «negociar».
No sé en qué momento sucedió, miro hacia atrás y veo unos seis hombres rodeándolo y exigiéndole dinero.
-Hijos de …
La mujer con su bebé de brazos se desesperó y empezó a llorar. Yo sentí mucha impotencia mezclada con miedo y rabia.
Finalmente el hombre les dio el dinero y como por arte de magia, desaparecieron.
¿Y si eso me hubiera pasado a mí? ¿Qué hubiera hecho?
Un hombre me pregunta si necesito un taxi y con toda la sangre hirviendo le grito.
-¿Acaso yo no tengo manos que no puedo coger un taxi? Lárgate
El hombre se esfumó. Nunca supe si era del mismo bando o de verdad deseaba ayudarme. Ya no importa.
Lo que sí es importante, es saber que en Buenaventura hay muchos trabajos informales y mucho desempleo. Sí, es el puerto más importante de Colombia, pero ese dinero se va para otro bolsillo, porque ni a la ciudad ni a sus habitantes, les llega.
Como acabo de decir, ese dinero se va para otro lado. Es una ciudad donde solo llega agua unas cuantas horas al día, por lo tanto, en todas las casas tienen tanques de todos los tamaños para recoger el agua que necesitan diariamente. Estando allá y en el Chocó, me preparé en el arte de baño con «totumazos» para cualquier viaje a África.
Y tú, ¿Algunas vez has visitado el Pacífico colombiano? ¿Cómo te imaginabas Buenaventura?