¡Bienvenida a Bolivia! | Patoneando Blog de viajes
Visita agridulce a las islas de los Uros y las del Titicaca
25 enero, 2018
Lo caótico de La Paz
31 enero, 2018

¡Bienvenida a Bolivia!

Se acercaba la hora de entrar a Bolivia por primera vez.  En ese momento me estaba preparando para grabar un documental, ya tenía la fecha de encuentro con la productora y el director de fotografía. Estaba un poco nerviosa, no lo voy  negar. No tanto por las grabaciones sino porque era la primera vez que iba a cruzar una frontera acompañada. Estaba con Kevin, mi amigo francés con quien venía desde Lima. Mis nervios eran por tema de nacionalidades. Había escuchado que en la frontera de Bolivia eran muy duros con los colombianos y yo estaba acompañada de un hombre que portaba un pasaporte francés, el cual normalmente no le daba ningún problema en Sudamérica.

El bus lo tomamos temprano en la mañana, directo a Copacabana. Bordeamos el lago Titicaca quien nos regalaba paisajes de ensueño. LLanos verdes, el azul del lago, pueblos a un lado de la carretera con hombres y mujeres que mostraban un rostro rojizo, casi quemado, típico del altiplano. Unas horas después el conductor del bus nos explica que debemos bajarnos, sellar el pasaporte de salida de Perú, luego caminar, sellar el pasaporte en Bolivia y el bus nos esperaba de aquel lado -en Bolivia-.

 Bienvenida a Bolivia Patoneando Blog de viajes-4.jpg

El lago Titicaca

Con mi afán de ser la primera en hacerse sellar el pasaporte -y con miedo que se tardaran conmigo en la oficina de migraciones del lado boliviano- le dije a Kevin que se apresurara para ser los primeros.

-Tac,Tac. Es el sonido más melódico que mis oídos puedan escuchar. Cuando las hojas de tu pasaporte van tomando forma y color.

Caminamos hacia el lado boliviano, tal y como nos indicó el conductor de bus. Éramos unos de los primeros en la fila y yo estaba contenta. De pronto una voz aguda y ruda nos interpela.

-Señor quítese la gorra. Estamos en un oficina de migración. ¡Respete por favor!

Kevin no entiende lo que el hombre le dice así que rápidamente le hago la traducción en francés y pide disculpas mientras se retira la gorra con la mano derecha.

-¿De dónde es usted? Me pregunta

-De Colombia

-¿Tiene su Pasado Judicial?

-Noo. Le respondo con voz extrañada. Nunca me habían preguntado algo así en ninguna frontera.

-Vaya a esa oficina y saque su pasado judicial.

Aún extrañada, le dije a Kevin que me esperara. El no entendía muy bien lo que pasaba. Mientras el hombre en el café – Internet actualizaba la página que los colombianos utilizamos para obtener gratis nuestro pasado judicial, pensaba que normalmente esa información la deben tener en su computador ¿O es que acaso así querían sacar dinero? Ya había escuchado comentarios de otros viajeros que en Bolivia le querían sacar dinero a los turistas hasta por los poros, que no se me hiciera extraño nada. Doy mi número de identidad. Imprime la hoja que indica que estoy a paz y salvo con la justicia, le pago y me voy corriendo a la fila.

-¿Cuántos días desea estar en Bolivia?

-Dos meses señor.

Mira el pasado judicial, teclea algo en su computador y me pone el sello de mala gana.

-Tiene 30 días. Si desea quedarse más tiempo debe acercarse a la oficina de Migración en La Paz y pagar allá.

Ni siquiera le dije gracias. Recibí el pasaporte, observé los 30 días que estaban marcados en el sello y me retiré mientras veía que dos oficiales le pedían a dos chicas de Israel que entraran a la oficina para interrogarlas.

¡Bienvenida a Bolivia! Le dije a Kevin.

De regreso al bus, le explicaba mi miedo a pasar las fronteras. Siempre he temido que me miren el pasaporte, la foto, tecleen por horas en el computador, me interroguen y al final me digan que viajo mucho, que no soy bienvenida en su país, o yo qué sé.  Él no entendía muy bien eso de visas y dificultades en la  frontera, jamás le había sucedido y le afirmé que con su pasaporte privilegiado, no creía que le fuera a pasar.

COPACABANA Y EL CHALLAR

Cuando el bus llega a Copacabana, no sabíamos aún qué haríamos, así que caminamos un poco por la ciudad.  Observamos varios comedores callejeros, tiendas con productos comestibles, para el cabello, el hogar, para la salud y el alma. Vendían de todo. Ésa era la Bolivia que me imaginaba, un poco desordenada.

Al dar vuelta en una plaza, vimos una gran cantidad de autos, buses y hasta camiones decorados con ramos de flores y siendo rociados con vino, sidra o cerveza. Ya habíamos escuchado de esta tradición pero pensábamos que no alcanzábamos a verla. Tuvimos suerte. Se trata de «challar» el auto, una tradición en la cual los locales bautizan sus autos para tener buena fortuna y protección de la Virgen Morena como de la Pachamama. El sacerdote lo asperja con agua bendita y lo sahumerea con incienso y mirra. Una tradición poco común y muy interesante de ver.

Muchos se tomaban fotos con sus autos, otros esparcían vino y flores. Parecía una fiesta y a pesar de no estar invitados, la disfrutamos. En medio de la celebración decidimos que queríamos seguir camino hacia La Paz. Kevin tenía muchas ganas de conocerla y para ese momento ya nos entendíamos perfectamente, así que decidí irme con él. Compramos rápidamente un pasaje en el próximo bus y nos dijeron que debíamos esta en una hora en el lugar de salida.

Bienvenida a Bolivia el challar copacabana Patoneando Blog de viajes-4.jpg

Los autos decorados, listos para el challar

Bienvenida a Bolivia el challar copacabana Patoneando Blog de viajes-4.jpg

Flores, sidra, vino, cerveza y otros elementos para la celebración.

Nos fuimos a recorrer la ciudad y a comprar una sim card para poder tener Internet en el país. Nos tardamos el tiempo necesario mientras el hombre nos activaba el número, nos explicaba cómo funcionaba y repetía el procedimiento en el celular de Kevin que por ser un Iphone, tardó más tiempo. Finalmente pagamos y tuvimos que correr para llegar a la hora establecida. Nos estaban esperando, fuimos los últimos en subir.

Cuando saludé al conductor, se volteó hacia mi y con la facción más tosca que jamás había visto, me empezó a gritar y a decir que por nuestra culpa estaba retrasado. Kevin le pidió disculpas y le dijo que nos habían informado de llegar a esa hora. Yo continué con la explicación diciéndole que fuimos los últimos pero que llegamos a la hora establecida. El hombre no tuvo que ver con nada y siguió gritándonos. En ese momento toda mi paciencia se agotó y empecé a discutir fuertemente con el.

-Cálmate, me decía Kevin sin entender 100% la discusión

Yo hacía caso omiso de lo que me decía. En ese momento el mundo se redujo al conductor, que ni siquiera nos quería abrir la puerta para dejarnos pasar al interior del bus. Así que decidí sentarme en la cabina justo al lado de el, mientras le gritaba y le decía que si no me abría viajaría a su lado y tendría que aguantarme.

No muy contento lo hizo, no sin antes cerrarme la puerta en la cara y por poco darme un golpe. La rabia pudo más y yo hice lo mismo, devolviéndole el mismo acto con la puerta.

¡Bienvenida a Bolivia! Le dije a Kevin nuevamente. Debería estar feliz de estar en Bolivia, pero desafortunadamente mi entrada no fue «triunfal». El viaje seguía a una de las ciudades más caóticas de Sudamérica.


¿Te gustó este post? Suscríbete al blog para recibir los próximos artículos y novedades en tu email, además de un Ebook sobre cómo organizar un viaje, totalmente gratis. Sigue mi viaje por el mundo en InstagramFacebook y Twitter


 

Lina Maestre
Lina Maestre
Soy Lina. Viajera, creadora de contenido, autora y emprendedora. Soy la que escribe, toma fotos y edita este blog. Nací en Colombia y he viajado en solitario y en pareja por más de 40 países. Soy autora del libro El Arte de viajar sola y la creadora de Ellas por el Mundo (una agencia de viajes para mujeres). Acá encontrarás relatos de viajes, consejos y guías de destinos e inspiración para tus viajes. Puedes ver mi día a día a través de Instagram.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *