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Quiénes son los Masais: visitando una aldea Masai

Visitando una aldea Masai en Paracuyo, Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes
Durante mi viaje por Tanzania, visité una aldea Masai en la región de Morogoro. Lo que buscaba era muy simple: conocer más sobre los Masais, una de las tribus más ancestrales del mundo. Pero no quería hacerlo con una agencia de viajes que me llevara y a las pocas horas estuviéramos de regreso. Quería sumergirme en sus costumbres y en su vida cotidiana, sin que hubiera más turistas presentes. En este artículo y este video, espero poder transmitir una parte de lo que aprendí y de lo que viví con los Masais en Tanzania

Aquí puedes encontrar el video de esta experiencia. Te recomiendo leer el artículo y luego volver arriba para ver este video 🙂 O puedes hacer como gustes, pero vale la pena hacer volar la imaginación a través de las palabras 🙂


 

El camino es de tierra color arcilla. Vamos en una 4×4 moviéndonos de lado a lado a medida que Ibra va esquivando huecos. Después de una hora de camino, veo a través de la ventana a varios Masais. Los hombres portan una especie de túnica roja y sostienen un bastón de madera muy delgado con sus manos derechas. Las mujeres visten túnicas de color violeta con collares muy llamativos. Tanto hombres como mujeres están rapados. Algunas mujeres sostienen sobre sus cabezas un bidón de plástico amarillo. El agua en muchas partes de África brilla por su ausencia, pero «esta aldea tiene agua cerca, a pocos kilómetros. Son muy afortunados» nos dice Ibra cuando le pregunto por el tema.

Ibra es un hombre de edad indefinida, flaco y alto. Será nuestro traductor y guía durante estos próximos días. Su historia de amor con una francesa, Fanny, le cambió la vida. Es un Masai que nació y creció en la aldea que estoy a punto de visitar. Hace seis años, se fue para la isla de Zanzibar y allá conoció a una francesa que estaba de vacaciones. Fue amor a primera vista, nos dice. Unos meses después de ese primer reencuentro, Fanny renunció a su trabajo en Francia y se regresó a Tanzania, a los brazos de Ibra. Su historia de amor no fue fácil; amos vienen de culturas muy distintas. Y cada uno debió renunciar un poco a sus estilos de vida para adaptarse y vivir con el otro.

Ahora están casados y tienen un bebé. Ibra ya no vive en aldea (su esposa no aceptó hacerlo). Tienen una casa en la montaña, cerca de la ciudad de Morogoro, y la alquilan a viajeros (especialmente viajeros franceses) a través de Airbnb. Y así fue como llegamos a su hogar.

Mi pareja, que es francés, conoció a otra viajera paisana suya y ella nos habló de Ibra y de su historia. Nos puso en contacto con él y en menos de dos días ya estábamos arreglando los últimos detalles para ir a su casa y luego a su aldea. Una aldea en Parakuyo, donde no están acostumbrados a ver turistas y la única forma de llegar es que vayas invitado por un local.

 

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Visitando una aldea Masai en Paracuyo, Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Llegando a Parakuyo: visitando una aldea Masai

Son las once de la mañana de un domingo y acabamos de llegar a la aldea. Antes de bajarnos del auto Ibra nos explica algunas costumbres y nos enseña a saludar y dar gracias en idioma Masai. Siempre dando la mano.

Apenas bajamos del auto, vienen niños corriendo a saludarnos.

-«Sapai» (hola) les digo.
-«Apa» (me responden).

Estamos en la sabana, la tierra es color arcilla y hay arbustos pequeños y árboles lo suficientemente grandes como para dar sombra a un grupo de hombres que se sientan a charlar. Las únicas construcciones de cemento que alcanzo a reparar son la iglesia y la escuela. El resto de las casas son hechas de barro, palos y estiércol de vaca. De esta forma se mantienen siempre frescas en su interior, salvándolos de este sol tan abrumador.

Entramos a la iglesia, cuya construcción consiste en cuatro paredes de cemento con una puerta de hierro y enormes ventanas sin vidrio; es lo único que permite entrar un poco de aire al interior. Las miradas curiosas se posan sobre nosotros. Ibra nos pide que lo sigamos hacia el interior y nos sentemos a su lado. Estamos en primera fila. El cura, un hombre alto, delgado con grandes huecos en sus orejas y dos marcas en cada lado de sus mejillas, nos pide que nos presentemos. Ibra es el encargado de traducir cada una de nuestras palabras: nombre, de dónde somos, si estamos casados (a lo cual hay que decir que sí, incluso si no es cierto) y cuántos hijos tenemos.

Las miradas de las mujeres (que son mayoría) se posan sobre mí cuando confirmo que no tengo ni un solo descendiente.

Cuando el Padre termina la palabra, deja la Biblia a un lado, hace una señal con su mano y se sienta. Luego, un grupo de mujeres y niños pasan al frente y el sonido de la música retumba no sólo en la iglesia sino en los alrededores.

Se llevan las palmas de sus manos a la altura del pecho, las bajan al mismo tiempo y se las llevan a las caderas. Empiezan a hacer un movimiento con sus hombros, hacia al frente y hacia atrás. Lo hacen rápido y al son de la música. Se nota entre ellas una firme determinación y se ve que comprenden la importancia de un momento en el cual pueden expresarse a sí mismas, y dar testimonio de su presencia y participación. De repente se vuelven visibles, necesarias e importantes.

Visitando una aldea Masai en Paracuyo, Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Las mujeres Masai bailando en la iglesia durante la misa.

 

Masais saliendo de misa en su aldea- Patoneando blog de viajes

Saliendo de la misa, todos hacen fila para darse la mano.

 

Al terminar la misa, Ibra nos lleva al centro de la aldea para almorzar. El centro consiste en una avenida principal de barro, con casas de barro y hojalata de lado a lado. Se ven vacas pasando de lado a lado, niños que nos sonríen y se acercan curiosos ante los dos «blancos» extraños. Se ven mujeres cargando a sus bebés en la espalda, a otras con palanganas en el piso vendiendo algunos alimentos y cosas del diario vivir (bidones de plástico, palanganas, trastos y otros cachivaches). Entramos al único restaurante de la aldea. Hay dos mesas con varias sillas de plástico, con  sobras de comida y rebosadas de moscas.

Al vernos, una mujer se apura en venir a limpiar la mesa y le pregunta a Ibra qué comeremos. El menú es simple: pincho de carne con papas fritas o pincho de carne con ugali (el ugali es una masa de maíz molido y cocinado muy típico de Tanzania y Kenia. Su preparación es muy similar a la masa de la arepa).

Terminamos de comer (con las manos. Aquí no hay cubiertos) y empezamos a caminar para conocer a nuestra familia adoptiva. Allí donde pasaremos la noche.

En el camino, nos topamos con un grupo de guerreros Masai. Ibra nos presenta y con un gran orgullo nos cuentan que ellos son quienes protegen a la aldea y a las vacas de los enemigos (que en general son los leones y animales salvajes que se comen a sus vacas). Ibra dice que son los del clan de los guerreros, quienes hacen los famosos saltos que se volvieron famosos en los documentales y videos de Youtube. Los Masai son famosos por sus danzas tribales a base de saltos de hasta varios metros de altura. Sin correr para tomar impulso, simplemente de pie, saltan y alcanzan alturas inimaginables para muchos.

¿Quiénes son los Masai? ¿Cómo viven los Masai?

Al llegar a la casa, nos rodean un grupo de niños, todos harapientos. Con una tela que hace las veces de camisa, pantalón y ropa interior. Enseguida toman mi mano derecha y empiezan a analizar cada una de mis manillas (que han sido regalos en diferentes países) y uno de ellos intenta retirarme una de la mano; a lo que yo respondo intuitivamente con un «no» rotundo y levantando la mano hacia arriba para que no pudiera alcanzarla. Algunos de estos niños van a la escuela, pero la gran mayoría no lo hacen. El gobierno de Tanzania ha construido escuelas y ha llevado profesores en diferentes aldeas Masai, pero muchos padres se niegan rotundamente a enviar a sus hijos a que estudien. Y no entendería el por qué hasta el día siguiente.

 

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Unos minutos después del saludo eufórico de varios niños, Ibra nos dice que todos esos niños son hermanos, hijos del mismo padre con diferentes esposas.

-«El jefe de este clan tiene 10 esposas y 45 hijos. Cada esposa tiene su propia casa y en ésta vive con sus hijos» mientras nos señala con su mano derecha cada una de las casas de barro que hay en ese terreno.

Los Masai son unas de las tribus más ancestrales del mundo. Son guerreros y criadores de vacas. Viven en los territorios de Kenia y norte de Tanzania y se hicieron famosos para los turistas, porque muchas tribus viven dentro de Parques Nacionales donde la gente hace safaris. Aunque no es el caso de esta aldea.

Un hombre Masai tiene derecho a casarse con cuantas mujeres desee y pueda pagar. Antes, un joven para conseguir el estatus de hombre maduro, y poder casarse con la mujer que quisiera, debía adentrarse en la sabana y cazar a un león. Al traer su cabeza a la aldea, lo recibían con agasajos y se ganaba el respeto de todos, incluyendo el de la familia de la mujer. Actualmente los gobiernos de Kenia y Tanzania prohibieron la caza a un animal protegido. Así que la tribu se vio obligada a cambiar el ritual de sus antepasados y dejó de cazar leones.

Los Masai son guerreros y criadores de vacas

Hoy en día, un Masai debe pagar 15 vacas a la familia de la mujer para poder casarse. Y mientras más vacas tenga, más esposas puede «adquirir», y mientras más esposas, más hijos puede traer al mundo y son estos hijos los que cuidarán de sus vacas. Las vacas son símbolo de riqueza y de estatus social. Los Masais se dedican a criar vacas y las consideran su tesoro más preciado. Por eso, para un Masai poco importa si su hijo vaya a la escuela para aprender a leer y a escribir. Lo importante es que cuiden de sus vacas y que aprendan a ser guerreros.

Mi rostro deja ver una extraña mezcla de sensaciones. Trato de disimular pero mi condición de mujer no lo puede evitar. 

Cuando entramos a una de las casas, la oscuridad reinó. No tiene ventanas. La única abertura es una puerta de madera resquebrajada que sirve para entrar y salir. Veo a una mujer sentada en la tierra húmeda. Rápidamente se pone de pie y nos estira la mano derecha: Sapai. Apa, le respondemos. Se llama Yeyo, es una mujer robusta, alta, con ojos húmedos y una gran expresión. Yeyo es una de las esposas del jefe y tiene cinco hijos; aunque nos aclara que quiere tener diez. Es como una competencia de la que más para. Mientras más hijos, más realizada se sienten.

niños masai jugando - Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Estamos es el vestíbulo de la casa, donde se reciben las visitas, donde los niños juegan y la madre hace collares y manillas. Al lado derecho del vestíbulo se encuentra un cuarto (aún más oscuro) con unas piedras ya negras del fuego y mucha leña. El olor a humo se impregna en toda mi ropa. En el suelo veo platos y vasos de acero, cucharas gigantes de palo y ollas curtidas.

Al lado izquierdo de la entrada, hay dos espacios que serían sus habitaciones. En cada uno hay dos camas tamaño king size. Cada cama tiene un mosquitero pero lo que me llama la atención es la falta de colchón y sábanas. En realidad son tablas de madera puestas sobre forraje y las sábanas son reemplazadas por piel disecada de vaca.

La casa está llena de moscas. Están encima de todo, de todos. Sobre los ojos de los niños que ni siquiera se inmutan con su presencia. Los mosquitos y las moscas tienen algo en común: siempre terminan saliéndose con la suya. Pequeños pero molestos, pareciera que se fijaran en un plan de acción para mortificar a sus víctimas. Así los veo yo.

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Ya sentados en el vestíbulo con toda la familia, voy haciendo todas las preguntas que se me ocurren. No sé ni por dónde empezar pero Yeyo facilita mucho la comunicación. A pesar de no hablar el mismo idioma, me hace muchas preguntas las cuales logro entender gracias a Ibra. Casi siempre le respondo y lanzo la misma pregunta como un misil … «¿Y tú?, … «¿tú también? … ¿Por qué?,… ¿cómo?… Al pasar varias horas, ya reíamos  a carcajadas y nos había hecho tres manillas. Una me la da de regalo y ella misma la coloca en mi pie izquierdo.

-«Ashe» (gracias) le respondo con una gran sonrisa.

Mujer Masai en Tanzania con su hijo en la espalda - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Una de las esposas del «Gran jefe» con su hijo sobre la espalda.

Conociendo al Gran Jefe: un Masai con 45 hijos y 10 esposas

-«¿Cuántas vacas tienes?» le pregunta a Kevin después de saber su nombre y su nacionalidad.

-«Cero» le contesta entre sonrisas.

El «gran jefe» se nota decepcionado. Y cómo explicarle que en Europa (y en muchos países del mundo) tu estatus social no se ve medido por la cantidad de vacas sino por lo autos, la casa o los estudios que poseas. después dirige su mirada hacia mí y me pregunta cuántos hijos tengo.

-«Cero» le respondo ya sabiendo que esta respuesta lo decepcionaría aún más.

Entonces dirigió su mirada a Kevin y con un gesto de humor le dijo: «no estás trabajando lo suficiente».

Per claro, cómo entendería el Gran jefe que muchas mujeres tomamos unas pastillas para no quedar embarazadas. Que para muchas mujeres tener hijos no es una competencia y que lo hacemos por elección.

En ese momento, un bebé aparece gateando y Kevin le hace un gesto de saludo agitando su mano derecha. El bebé se sienta sobre su trasero desnudo a llorar como si no hubiera un mañana.

-«Eres el primer blanco que ve. Está asustado» le dice Ibra a Kevin, quien no sabe si disculparse o no, por haberlo asustado.

El bebé no está a más de tres metros del Gran Jefe, sin embargo, éste empieza a gritar estruendosamente para que la mamá del niño lo viniera a consolar. Ni el Gran Jefe, ni ningún Masai cargan a sus hijos ni se encargan de ellos. Esa es tarea de las mujeres. De hecho, parece que la única tarea de «machos» es reproducirse, proteger a su familia y conseguir vacas (para pagar el dote y tener más esposas y seguirse reproduciendo…). Y sin contar las horas que se la pasan charlando en la sombra de los árboles. Mientras las mujeres y niños trabajan, ellos solo discuten y discuten durante horas.

Hombre masai en Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

El «Gran jefe» quien tiene 10 mujeres y 45 hijos.

Durmiendo en una aldea Masai

Cuando cae el crepúsculo, se escucha en toda la aldea el canto y los sonidos que hacen los niños con sus bocas para llevar a las vacas de regreso a sus corrales. Las mujeres las esperan con grandes tinajas de cuero para ordeñarlas.

Luego, pasamos a la cocina para cenar. Yeyo se encuentra en la oscuridad, acompañada de sus hijos y la luz del fuego. Con sus dos manos remueve el ugali que está cocinando. Al lado de ella hay una olla con una salsa roja en su interior. Entre risas y cruce de palabras, empezamos a comer.

Estiro la mano derecha hacia la palangana, cojo un puñado de masa y le doy una forma redonda como si jugara con una plastilina. Luego, con los dedos la aplasto dándole una forma cuadrada y plana y con mi dedo gordo hago un ligero hoyo en el medio. Este hoyo servirá de cuchara para mojar la masa dentro de la palangana que contiene la salsa; dejo que un poco de salsa caiga en el orificio y me lo llevo a la boca.

Este ritual lo realizan todas las noches, nos cuenta Ibra. La comida no cambia mucho. Ugali de desayuno, almuerzo y cena. Cuando matan a un animal (vaca o cabra), comen carne sin leche. En su cultura, no pueden mezclar un alimento de un ser muerto (la carne) con uno que esté vivo (la leche). Si se come carne, se toma agua. Si se come Ugali, se toma leche. Este ritmo no lo alteran. Así como el de no comer ningún alimento que proceda del mar o del río.

Nunca verás a un Masai comiendo pescado» me afirma Ibra. «Y si lo ves, es porque no es Masai».

También son famosos por beber sangre de vaca. Creen que esto les da fuerza y virilidad.

Al terminar de comer, Ibra nos trae agua y un recipiente de plástico. Es muy importante que se laven bien las manos, nos dice. De lo contrario, alguna rata puede venir en la noche y les muerde los dedos.

Suelto una carcajada por la broma.

«-No es broma. Lávense bien las manos por favor».

En mis viajes por el mundo ya había aprendido a mostrarme indiferente y resignada ante el hecho de que viviésemos entre moscas, mosquitos, grillos, pulgas, cucarachas, arañas. Pero en esta ocasión me chocó un poco la idea de saber que un ratón o una rata podía entrar a mi cama y morderme los dedos de las manos. Esta afirmación, fue el inicio de una noche de desvelo.

Atardecer en un pueblo Masai en Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

El atardecer en la casa de la familia Masai

Vacas de los Masais en Tanzania - quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Todas las vacas de la familia entrando a los corrales para ser ordeñadas.

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La aparición del sol, surte el efecto del disparo en una carrera de caballos: ¡todo se pone en movimiento! Como si durante la noche todos se hubiesen agazapado en sus plataformas de salida y ahora, sin preparativo alguno, humean las cocinas de los hogares y se escucha el ruido de las conversaciones entre mujeres, las voces de los niños y de los hombres charlando.

Ibra nos pregunta si dormimos bien. Sentí la mirada de Yeyo esperando una respuesta.

-Muy bien, le mentí. A lo que Yeyo me contestó con una sonrisa y levantando ambas manos en señal de agradecimiento.

Durante la noche, un sinfín de criaturas diminutas y silenciosas que muchas veces uno ni ve, aunque sí se sienten cuando se pegan, me hicieron cosquillas y me picaron. Dormir nos resultó del todo imposible. Durante un buen rato me revolví de un lado para otro, todo estaba sumido en el silencio. En la madrugada escuché el movimiento y el llanto de los niños que no se querían levantar. Pero sus deberes los llamaban.

A los niños y a las mujeres, les corresponde el papel más importante: son los responsables de cuidar las vacas, de ordeñar, de buscar el agua, de cocinar y de cuidar a los más pequeños.

Cuando todo el mundo aún duerme, las mujeres pegan un salto y levantan a los hijos mayores para ordeñar a las vacas y sacarlas del corral. Cuando deben buscar agua, llevan un bidón ligero y barato de plástico, y caminan hacia la fuente de agua más cercana. A veces esta «cercanía» los obliga a caminar kilómetros de sus aldeas.

Vacas de los Masais en Tanzania - Patoneando blog de viajes

Las vacas: el tesoro más preciado de un Masai

¿Los Masai secuestran a mujeres y las obligan a casarse?

Sus miradas dicen mucho pero no logro descifrar lo que expresan sus palabras. El ambiente está tenso. Lo siento. Ibra está sentado en el medio y hay dos hombres sentados a ambos lados de él. Son dos jóvenes, altísimos, fuertes. Se nota que son guerreros. Kevin y yo estamos inmóviles en frente de ellos. Los niños y Yeyo se escondieron en la cocina y en las habitaciones. Se hablan pero Yeyo no puede estar sentada al lado de ellos. Su estatus (es una mujer) es inferior y debe mostrar respeto.

Cuando finalmente se marchan, le pregunto a Ibra lo que acaba de pasar.

Uno de esos jóvenes, se llevó sin permiso a una mujer de esta familia (no de esta casa, pero sí de la misma familia. Una hija del Gran Jefe) hace unos meses. Y ahora él junto con su hermano están pasando por cada casa para pedir perdón e informar que la mujer está embarazada.

-Pero ¿estaban enamorados? pregunto en mi ignorancia completa.

-No. Simplemente a media noche entraron a la fuerza varios hombres y se la llevaron. La familia no la ha vuelto a ver desde entonces.

-¿Y qué edad tiene? pregunto temiendo la respuesta.

-11 años responde Ibra.

Diástole y sístole. Diástole y sístole. Mi corazón va a explotar. 

¿Entonces los hombres pueden secuestrar a una niña, obligarla a casarse con él, dejarla embarazada y el padre o la familia de esta niña no tienen derecho a hacer o decir nada? ¿se queda todo así?

Con cada palabra que Ibra dice, mi intolerancia se desborda.

Los hombres ricos (entiéndase los que tienen miles y miles de vacas) lo pueden hacer. Ya no le van a pagar el dote de 15 vacas al padre de la niña sino la cantidad que éste decida. Si él quiere 100 vacas por haberse llevado a la niña sin su permiso, están obligados a hacerlo. Pero la niña nunca regresa a su casa. Ya hace parte de la otra familia.

Todo está claro como el cielo, cualquier cielo, no me voy a poner ahora a describir un cielo en específico. En este momento todo es sentimiento. La razón no vale.

Hay que quitarse muchas vendas para poder comprender lo que me rodea. Soy la que llega de afuera, la que debe descubrir un mundo nuevo. Pero hay cosas que no puedo dejar en casa.

Horas después veo a los dos jóvenes sentados debajo de un árbol hablando con el Gran Jefe a carcajadas. Como si nada hubiera pasado.  Siento unas lágrimas de amargura a punto de aflorar, pero me retengo.

He ido a lugares más desamparados, más difíciles de penetrar que éste, pero pocas veces he tenido esa sensación de estar completamente adentrada en la cultura. Aquí no hay saltos ni bailes para el turista que deja unas monedas y se va con la sensación de haber conocido una tribu ancestral. Aquí es cuando te das cuenta que no siempre se viaja por moverse de un lugar a otro, sino para conocer, para (tratar de) entender.

Los Masai son una tribu con unas tradiciones muy difíciles de entender. Con unas tradiciones que limitan la línea de lo ancestral y de los derechos de las mujeres y de las niñas. Tradiciones que yo, como mujer, no puedo entender muy bien.

Me despido de Yeyo con un gran abrazo. Ahí se queda ella, en un ajetreo tan imperceptible como continuo y sin prestarle atención a sus hijos pero siempre sabiendo exactamente en dónde están y en qué andan.

El mundo es visible y por eso me dedico a contemplarlo.

El «Gran jefe» sentado con uno de los hombres que robaron a su hija.

Visitando una aldea Masai en Paracuyo, Tanzania - viajera con Masai -quienes son los masai - Patoneando blog de viajes

Con Yeyo y uno de sus hijos.


¿Ya conocías sobre los Masai? Ya sabes quiénes son los Masai y cómo viven. Esta es mi experiencia conviviendo con ellos y mi primer contacto en una aldea Masai. Si tienes dudas o algún comentario, déjalos más abajo 🙂 No olvides compartir con alguien a quien le pueda interesar esta historia.


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Lina Maestre
Lina Maestre
Soy Lina. Viajera, creadora de contenido, autora y emprendedora. Soy la que escribe, toma fotos y edita este blog. Nací en Colombia y he viajado en solitario y en pareja por más de 40 países. Soy autora del libro El Arte de viajar sola y la creadora de Ellas por el Mundo (una agencia de viajes para mujeres). Acá encontrarás relatos de viajes, consejos y guías de destinos e inspiración para tus viajes. Puedes ver mi día a día a través de Instagram.

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