Es mediodía. No hace calor, tampoco frío. Estamos en la plaza principal de Calarcá. Vine especialmente a ver el Yipao. Preguntamos a varios locales a qué hora comienza. La información es tan cambiante como lo empieza a ser el clima. La primera vez que los vi fue en la plaza de Salento, el día anterior. Ahí estaban, en hileras los Jeeps Willys, algunos cargados de bultos de café y de racimos de plátanos; otros esperaban viajeros para llevarlos al Valle del Cocora. Pero hoy todo es diferente.
Habíamos ingresado en un territorio paisa con carencia de viajeros y extranjeros. A juzgar por las miradas, hacíamos parte de solo un puñado exclusivo de turistas, y si a eso le agregábamos mi acento del Caribe, sin duda alguna era un bicho raro paseándose por las calles del pueblo.
Durante más de dos horas recorrimos el pueblo para ganar tiempo mientras empezaba el desfile. Mujeres vendiendo mazorcas asadas, hombres sentados en bancos sosteniendo cervezas, un grupo de música llanera tocando y siendo aplaudido por el público. Me antojé de una limonada de mango biche con limón y sal, nunca antes la había probado. Me encantó. Seguimos caminando y nos sentamos en unas escaleras mientras mi atención se desvió por aquel hombre que por medio de un micrófono inalámbrico avisa a un manojo de hombres que lo rodean, el mal que las comidas de hoy en día le hacen a los niños y el por qué hay que purgarlos.
-Si los niños están comiendo mucho dulce es porque tienen parásitos adentro. Por eso comen dulces, porque estos bichos se los piden. Es por eso señores, que es mejor purgarlos. Hoy estoy en oferta, mire usted señor, un tarrito de estos a diez mil pesitos, pero la salud es lo más importante. Mire señora, vea usted con sus propios ojos, todo es natural. Tienen que darle el purgante a su hijo, eso sí, todo el día estará en el baño, pero es por su bienestar.
Yo no paraba de reírme y asombrarme al mismo tiempo del engaño que veía enfrente de mis ojos. Lo impresionante es que la hora que estuve ahí sentada escuchándolo, el negociante vendió por lo menos la mitad de su mercancía. Debería plantearme este tipo de negocio en mis viajes, ya los voy coleccionando. Lina vendedora de purgantes y catadora profesional de raspados.
El desfile nada que empieza. Almorzamos. Tomamos por lo menos tres o cuatro cervezas. Seguimos caminando. La temperatura sube cada vez más. En la calle se encuentra el señor que hace apuestas, el otro que va sin camisa y con gafas de sol. Mucha colombianidad por estos lados, pensé. Llegamos a una de las calles principales,enfrente de la tarima del jurado. -Aquí nos quedamos a esperar, después no tendremos puesto- Le dije a mi compañero de viaje.
Vendedores ambulantes, el hombre que anuncia la venta de sombreros y de gafas, los perros callejeros correteando a una perrita en celo. Todo aquí hace parte del show, aunque el personaje central, es el loco del pueblo, quien en medio de la calle, se quita la camisa y los zapatos y empieza a hacer coreografías de toda la música de fondo. No sé cuánto tiempo estuvo ahí bailando para nosotros, pero sí estoy segura que alcanzó a tomarse por lo menos cinco cervezas donadas por el público que lo aplaudía y festejaba todo lo que hacía. Esto es mucha colombianidad, volví a pensar.
Unas tres horas después, la calle estaba repleta, no le cabía un alma más. El público empieza a desesperarse y a preguntarle a cuanto policía o persona de la Defensa Civil pase por ahí. Nadie obtiene respuestas. Al parecer está atrasado porque «esos hombres son así, y como tampoco contestan el celular, no podemos saber por dónde van». Y así, un desfile que estaba programado para empezar a mediodía, empieza unas cinco horas más tarde sin dar razón al público de lo que está pasando. Y seguimos con la colombianidad en carne viva y fresca.
Y a todas estas…
El Yipao es un Jeep Willys, tipo campero, que ha sido adaptado para soportar una cantidad de carga y transportarla a las montañas, carreteras y zonas rurales del eje cafetero. Al igual que la Chiva, el Yipao es uno de los símbolos más autóctonos de Colombia.
El Yipao o «mulitas mecánicas» como las bautizaron por cumplir las funciones de carga que antes eran exclusivas de las mulas, llegaron a Colombia después de que la compañía de Leonidas Lara e Hijos la haya comercializado con los civiles después de que éstos descubrieron su capacidad de carga y facilidad para atravesar campos destapados y montañas.
Para mí, no deja de ser increíble como algo que fue construido para ser utilizado en la Segunda Guerra Mundial, haya cambiado sus caminos para empezar a recorrer las trochas del eje cafetero. Carros de la guerra terminaron en los cafetales de los campesinos quienes anualmente, durante la Fiesta Nacional del Café, celebran el desfile del Yipao para homenajear a este Jeep Willys, dada su importancia en el desarrollo rural de la zona.
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Y aquí estoy yo, cansada, con calor y dolor en las piernas, esperando durante horas ver a estos «animalejos» (así terminé llamándolos después de varias horas) que llegaron a Colombia en el año ’46 y ahora, setenta años después, yo me emociono con ver como miden su destreza en un concurso donde gana quien más terreno adelanta sólo en dos ruedas traseras, con el vehículo inclinado hacia atrás.
-¡Esto es Colombia!- Grita alguien entre la multitud, mientras la gente se metía en medio del desfile para tomarse fotos con los carros, mientras les tiran botellas de plástico vacías, entre risas, para que dejaran ver el espectáculo. Tenía tiempo de no sentir tanta alegría y euforia viendo un espectáculo. Gritaba, aplaudía y trataba de saltar en los 50 centímetros de piso en los que estaba de pie y apiñada.
El Yipao, para mí significó una muestra pictórica de la colombianidad. La originalidad y el manifiesto de supervivencia de una ruralidad afectuosa.
2 Comments
Me encantó!
Un lugar con mucho color, fiesta, tradición y además con pocos turistas esos son mis lugares preferidos!
Me lo apunto para cuando me toque volver!!!
Abrazos y que sigan los buenos rumbos!!!
Hola Juan Manuel! Siii, es una fiesta típica que vale la pena conocer. Ya vas apuntando para cuando regreses a Colombia 🙂
Abrazos!