Llegamos a Puno en horas de la noche. Salimos en la mañana pero el bus se detuvo en cada uno de los pueblos que separan Cusco de Puno. Teníamos la intención de visitar la isla flotante de los Uros en el lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Como la gran parte de los viajeros que vienen a Puno, teníamos también la intención de conocer las islas artificiales flotantes que son construidas con Totora, una planta de esta región. Yo no estaba muy convencida por algunos comentarios que ya había escuchado de algunos viajeros que me encontraba en el camino, pero Kevin (con quien venía viajando desde Lima) tenía muchas ganas de ir así que yo también me animé.
Llegamos temprano en la mañana al puerto para poder cotizar en varias empresas e irnos con la que más nos convenía. Después de media hora de entrar y salir de varias agencias, nos subimos al barco junto con otros pasajeros, todos extranjeros, en su gran mayoría europeos. Aunque hacía frío, decidimos subir al segundo piso para observar el paisaje y las aves que se bambaleaban a nuestro paso. Unos 30 minutos después, estábamos llegando a la primera isla.
Se ven a lo lejos las islas flotantes, embarcaciones en totora y mujeres con sus polleras de colores vivos como flores de primavera, sombreros y chalecos de colores con algún detalle tejido a mano. Mientras el barco se acerca y suelta las amarras, las damas nos dan la bienvenida y nos invitan a seguir. Todos nos sentamos en círculo para escuchar la explicación del jefe de la isla, quien de una manera muy didáctica nos habla de los inicios de los Uros, una etnia anterior a los Incas, originarios del lago Uro-Uro en Bolivia, que para escapar de las guerras Incas, se refugiaron en el Lago Titicaca.
-«El lado peruano es el Titi y el lado boliviano es el caca». Nos dice el jefe con una gran sonrisa en el rostro al mismo tiempo que los hispanohablantes se ríen del chiste y los que no entienden sonríen y esperan la explicación del guía, que por más que les traduzca, ya el chiste no es el mismo.
En una especie de maqueta muy bien construida, nos va mostrando cómo construyen las isla y las embarcaciones. La totora crece desde el fondo del lago, y ellos con una agilidad aprendida y heredada desde siglos atrás, la entraman para crear superficies flotantes en las que viven entre tres y diez familias. Los materiales naturales se van degradando y por eso deben moverlos cada tres o cuatro meses para remover la planta y evitar que la isla se hunda. Cada una de éstas tiene una vida útil de 30 años.
Mientras el jefe nos explica, yo siento el movimiento suave del agua. En ese momento pensé que debía ser increíble acostumbrarse a vivir así. Desde pequeños aprenden a caminar sobre estas islas, aprenden a tejer y a trabajar con la totora, se acostumbran al suave movimiento de las olas del Lago Titicaca.
Después de terminar la charla, el jefe nos invita a conocer la isla y antes de ponernos de pie, ya hay mujeres que nos llaman y nos invitan a comprar sus artesanías. Todas reposan en el suelo, dejando ver sus enormes polleras. Algunos niños juegan con sus madres, otros con sus hermanos y uno que otro se divierte dejándose tomar fotos de los turistas. Están verdaderamente acostumbrados al turismo, es su día a día. Mientras camino para ver algunas de las artesanías, algunas mujeres me dicen «Mercedes Benz Miss» mientras me estiran su mano con una embarcación de totora en miniatura como souvenir. ¿Cuándo sería que algún extranjero le habló del Mercedes Benz? De seguro todos notaron que al ver que le hacía gracia a la mayoría de visitantes, adoptaron el nombre y ahora su embarcación de totora se llamaba «Mercedes Benz»,
Esas mismas embarcaciones ahora las navegan con un motor y tienen hasta forma de puma (o gato, yo no sé muy bien lo que era) y te intentan ofrecer el paseo en «La Mercedes Benz» por unos 10 soles o más, dependiendo del cliente. Antes de irnos, nos invitan a conocer sus casas, que se trata de una habitación que consta de un solo ambiente, con una sola cama y donde vive toda una familia. Los niños y más jóvenes duermen en el suelo en una especie de colchón. La cocina se encuentra afuera para evitar incendios. Cuando nos subimos de nuevo al barco, escucho comentarios de los otros viajeros que se sienten frustrados por lo que ven. Para ese momento yo aún no tengo ninguna opinión.
Una vez que finaliza la visita en la isla de los Uros, nos llevan a la Isla Capital. En este lugar puedes comprar alimentos, bebidas y más artesanías, pero sobretodo, puedes sellar tu pasaporte y tener el sello de las islas flotantes de los Uros, por dos soles.
Luego de media hora. Debemos partir nuevamente.
Después de una hora de viaje, llegamos a la Isla de Taquile. Un lugar famoso por sus habitantes tejedores y sus técnicas tradicionales. En el puerto nos esperaba una mujer de rasgos muy jóvenes con su traje típico tradicional y un bebé en su espalda el cual dormía en un aguayo de colores vivos. Nos da la bienvenida, se presenta y nos invita a seguirla. Somos cuatro personas quienes dormiremos en su casa junto con su familia. Habla poco, es algo tímida, como lo son la mayoría del altiplano.
Cuando llegamos a la casa, nos invita a pasar a las habitaciones, nos avisa que no hay electricidad y que el baño se encuentra un poco alejado de la casa. Antes de pasar al comedor -donde compartiremos el almuerzo con otro grupo-, ella se quita su traje típico y se pone una camisa, jeans, zapatos deportivos y una gorra gris con lentejuelas parecida a la que usan los cantantes de Rap.
A pesar de todo, esta isla la sentí menos impactada por el turismo. Las personas estaban más abiertas a conversar y explicarnos más sobre su cultura y sus raíces sin querer vendernos una artesanía o un «Mercedes Benz». En la tarde salimos a caminar y a conocer el templo del Sol y en el camino empecé a hablar con una joven que lucía su traje típico. Me dijo que la ropa distingue su estado civil y estatus social, que son los hombres los que tejen y es una forma de continuar con sus tradiciones ancestrales. Me habló también de las fiestas que se celebran para homenajear a la Pachamama, de sus costumbres y comidas. Luego me pregunta si deseo una cerveza y como por arte de magia se quita su aguayo en una maniobra casi perfecta, lo pone en el suelo, lo abre lentamente y saca dos cervezas Cusqueñas. Mi rostro de sorpresa y de emoción es imposible de ocultar.
Al día siguiente desayunamos nuevamente con el grupo y luego la familia que nos acogió nos acompaña al muelle para embarcar nuevamente. Antes de salir de la casa sus jeans y zapatos deportivos desaparecen y su pollera típica vuelve a ser protagonista. Nunca me respondió la pregunta si lo hacía porque no quería que los demás habitantes de la isla la vieran en jeans o para que los turistas la vieran en su traje típico. Creo que me quedaré siempre con la duda, aunque para ser honesta, me inclino más por la segunda opción.
Cuando llegamos a la Isla Amantí, debimos pagar un tiquete de entrada. Luego subimos por una colina acompañada de paisajes que me transportaron de nuevo a la isla de Córcega en el Mediterráneo; en el camino encontramos a varios nativos quechuas quienes bajaban la mirada o agachaban la cabeza a nuestro paso y nos saludaban casi sin escuchar sus voces.
La isla está dividida en diez comunidades que se dedican al cultivo de papa, maíz, oca, quinua, habas y arvejas, al igual que a la textilería, la artesanía y el tallado en piedra. Estuvimos parte del día caminando por la isla y disfrutando la vista del Lago Titicaca desde uno de sus dos miradores en la parte más alta. Durante la hora del almuerzo nos explicaron algo más de su cultura y sus trajes típicos. Su organización es comunitaria pero basada en el parentesco y en la reciprocidad del trabajo.
En horas de la tarde nos embarcamos de nuevo para devolvernos a Puno. Nos esperaban casi 5 horas de navegación, el tiempo justo para pensar y reflexionar en todo lo que habíamos vivido en estos dos sías de viaje por las islas flotantes de los Uros y las islas del Titicaca.
En muchas ocasiones sentí cómo la postura adoptada para recibir a los visitantes cambiaba un poco su cultura y tradiciones ancestrales. ¿Si me hubiera quedado más tiempo hubiera visto lo mismo? ¿Qué parte era cierta y qué otra era teatro? Es imposible ignorar el impacto del turismo. Pero es fácil juzgar cuando el turista también viene con una cámara fotográfica colgada del cuello para llevarse alguna foto y publicarla en las redes sociales. Creo que en el mundo ya son pocas las culturas autóctonas que se mantienen lejos de todo el negocio del turismo. Me pasó también en la sierra Nevada de Santa Marta donde hay muchos indígenas Arhuacos que cerraron sus puertas al público precisamente porque no querían perder sus costumbres y adaptar «la de los blancos». Pero uno sube, alguien les toma una foto y ellos te piden dinero. Sin embargo ellos aún habitan allá, viven de la tierra y sus costumbres siguen intactas y son respetadas (por más visitas de turistas que reciban). Es algo que no sentí en la Isla de los Uros. Incluso dudé si era cierto o no. Solo en la Isla Amantaní sentí que mi presencia causaba menos estragos que en las islas anteriores. Es un proceso de adaptación, aunque no dejo de pensar que me hubiera gustado ir a la Isla de los Uros y encontrarme con algo menos «disfrazado». Insisto, si se quiere una cotidianidad menos alterada, se debe ir a algún otra comunidad de Perú o de Bolivia por cuenta propia, de manera independiente y hasta aventurera. En las Islas de los Uros, uno sabe a lo que va.
¿CÓMO LLEGAR Y CUÁNTO CUESTA?
En Tour: son muchas las agencias que ofrecen el tour para visitar la Isla de los Uros. En el muelle de Puno puedes encontrarlas todas y el precio depende del plan que elijas. La más popular es el tour de medio día a las Islas de los Uros que cuesta alrededor de 20 soles y dura aproximadamente 4 horas.
El tour de un día que incluye la Isla de los Uros y la Isla Taquile. El precio aproximado es de 35 soles sin almuerzo y 55 soles con almuerzo.
El tour de 2 días que incluye isla de los Uros, isla Taquile y la isla Amantaní. El precio aproximado es de 80 soles e incluye transporte, guía y entrada a las islas. En algunos casos incluye alimentación y alojamiento en la isla Taquile. Recomiendo verificar todos los servicios incluidos antes de reservar el tour. Salen a las 8am y regresan al día siguiente a las 4pm.
¿ES POSIBLE REALIZAR EL TOUR POR LIBRE?
Sí es posible realizar la visita por independiente a las islas de los Uros, Amantaní y Taquile. Desde el puerto lacustre de Puno hay embarcaciones colectivas para la isla flotante de los Uros todos los días, que realizan el servicio de ida y vuelta. El costo es de 10 soles e ingreso a las islas es de 8 soles.
Si deseas visitar la isla Taquile la embarcación colectiva sale del puerto lacustre de Puno a las 8:20am, y retorna al día siguiente a las 3:30pm aproximadamente. Realiza una parada en la isla flotante de los Uros, luego continúa hasta Amantaní, lugar de pernocte, al día siguiente pasa por Taquile y finalmente llega al puerto lacustre de Puno. El costo de la embarcación colectiva es de 30 soles, el costo de ingreso a cada isla es de 8 soles y el pernocte en casas rurales en Amantaní, es a partir de los 30 soles, dependiendo del servicio que te brinden. Si deseas solo visitar la isla Taquile sin pasar por las demás, te recomiendo ir al puerto, averiguar y negociar. Tal vez consigas algo.
Para visitar la Isla Amantaní por independiente debes llegar al puerto lacustre de Puno a las 8:20am, y retorna al día siguiente a las 3:30pm aproximadamente. Realiza una parada en la isla de los Uros, luego en la isla Amantaní (donde se pasa la noche) y al día siguiente a la isla Taquile. Son los mismos precios que nombré anteriormente.
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