«Soweto fue símbolo de la resistencia contra el apartheid«, nos dice Lungi mientras desabrocha la correa del casco de la bicicleta y nos señala los rieles del tren con el dedo índice derecho. Antes de hacer cualquier pregunta, espero a que nos cuente con la delicadeza y pasión de un hombre que vivió en carne propia lo ocurrido.
Lungi es un hombre de 57 años, dueño del Backpackers (así le llaman a los hostales en Sudáfrica) Authentic Bicycle Tours donde estábamos hospedados y con quien decidimos hacer el tour en bicicleta alrededor de Soweto. Para ser honesta, fue gracias a su pasión por su trabajo y sus ganas de contar todo lo ocurrido, que me decidí por hacer el tour. Él nació y creció en Soweto, el «Township» (South Western Town) más famoso de Sudáfrica. Aquí habitan más de dos millones de habitantes. Soweto es el icono de la resistencia contra el Apartheid, ese cruel y racista régimen impuesto por el gobierno afrikaners (holandeses y sus descendientes) desde 1947 hasta 1992.
Soweto fue construido a principios del siglo XX cuando una plaga de enfermedad se propagó por Johannesburgo y el gobierno decidió expulsar a todos los negros de la ciudad y enviarlos al campo, a 20 kms de distancia, para «evitar» que la plaga se propagara. Johnnesburgo era una ciudad donde los ingleses explotaban el oro y por eso creció tan rápido. Todos venían por la fiebre del oro. Los negros trabajaban en las minas o haciendo trabajos domésticos en la casa de los blancos. Durante el Apartheid fueron obligados a vivir en Soweto y en condiciones precarias; no había electricidad, ni agua potable y las casas eran construidas en chapas metálicas o en madera. Sus habitantes no podían salir de aquí sin un pase que demostrara que iban a trabajar en las casas o negocios de los blancos en Johannesburgo.
La noche anterior Lungi me mostró el pase de su abuela. A plena vista parecía un pasaporte pero al abrirlo, sus hojas viejas y arrugadas desplegaban datos personales y la etnia a la que pertenecía: Xhosa, marcaba en letras negras ya desgastadas.
-«Sin este pase mi abuela no podía salir de Soweto. Antes de tomar el tren ella debía mostrárselo a la policía y ellos verificaban que trabajara en casa de un blanco»- me dice mientras busca rápidamente dos hojas al final del documento. -«Aquí, mira»- mientras señala con el dedo índice. En la hoja marcaba que la propietaria del documento trabajaba como empleada doméstica en una casa de blancos. Incluía los horarios y días de trabajo y la firma del empleador. Si tenía que trasladarse a otro lugar, debía tener un permiso especial o la firma de su patrón. Si no cargaba con ese documento, corrían el riesgo de ir a la cárcel (sin decir que muchos eran maltratados y torturados a manos de la policía).
¡Qué bajo hemos caído la raza humana! ¿Cómo podemos discriminar a los de nuestra propia especie por su color de piel? ¿En qué momento decidimos que «blanco» era superior y más inteligente que «negro»? No podía dejar de sentirme triste por todo lo que escuchaba.
Nos volvimos a subir en las bicicletas y seguimos el tour. Confieso que la noche anterior sentía un poco de miedo porque no sabía cómo iban a actuar los locales viendo a dos turistas recorrer las calles montados en una bicicleta y con una cámara fotográfica en el cuello. Y a pesar de que yo no soy blanca ni rubia, tampoco soy negra y ellos saben perfectamente que no vengo de aquí. ¿Sentirían odio hacia nosotros? ¿podría comunicarme con ellos? Para mi sorpresa, todos nos saludaban y nos devolvían las sonrisas. Los niños salían corriendo al vernos y nos estiraban la mano para hacer «hi-five», otros corrían detrás de las bicis. Lungi nos enseñó dos palabras en Zulú (la mayor etnia del país) para poder saludar a la gente. Aunque todos hablan inglés, entre ellos hablan su idioma nativo.
-«Sawubona» le grito a los niños para saludarlos. Me responden con una sonrisa de oreja a oreja.
Hacemos varias paradas y en cada una nos bajamos de las bicis. Pasamos por un tienda donde compramos agua y chamusas, unos triangulitos hechos de masa y fritos. En cada parada Lungi nos cuenta alguna anécdota de cuando era pequeño y la mezcla con hechos históricos. Una combinación perfecta. Algunos datos se ven interrumpidos por algún grito eufórico de un local -«Aquí todos nos saludamos, incluso cuando no nos conocemos»- añade.
Llegamos a una zona donde las casas tienen una mancha grande de cemento en todo el medio. Fueron casas construidas por el gobierno del apartheid para que vivieran las mujeres solteras y viudas. Hasta seis mujeres vivían hacinadas en estas pequeñas casas. De esta forma no tenían contacto con hombres y no podían reproducirse -«menos negros en el país»- añade.
-¿Y qué pasaba si de la noche a la mañana una mujer perdía a su esposo y tenía hijos? ¿la trasladaban acá con el hijo? – Pregunto.
-«No. Las separaban de sus hijos y las obligaban a venir aquí».
Siento indignación. Ese régimen violó todos y cada uno de los derechos del hombre (y de las mujeres).
Nos muestra casas que tienen la placa de la dirección (o nombre de la familia) borrada. Como si una mancha de pintura blanca fuera puesta en menos de un minuto y sin ninguna intención de decorar. El gobierno les impuso un impuesto que debían pagar por la vivienda (incluso si era propia) y les prometía que a los 95 años de haberlo pagado, la vivienda pasaba a ser de ellos. A principios de los 80’s decidieron que no pagarían más ese impuesto y armaron un paro que se fue extendiendo en todo el país. Todos se pusieron de acuerdo para borrar las direcciones y de esta forma la policía no podía saber a quién pertenecía esa vivienda y no podía llevar un registro del famoso impuesto. Todos se apoyaban entre sí y aquellos que le decían algo a la policía los llamaban «informantes» y los incineraban.
-«El pueblo estaba cansado y dispuesto a luchar hasta la muerte»- Nos dice. -«Cuando el gobierno se dio cuenta que todo se estaba saliendo de control empezó a utilizar la fuerza enviando camiones, disparando arbitrariamente, aprisionando y torturando a gente. Esto hizo que el pueblo se revolucionara aún más y se convirtió en un caos civil. A finales de los 80’s habían muerto más de 14.000 sudafricanos (negros)».
Después de varias horas avanzamos hasta una calle llena de restaurantes, buses de agencias de viajes y muchos turistas. «Bienvenidos al Hollywood de Soweto» , nos dice entre risas. Pasamos de calles llenas de charcos, con animales en la vereda comiendo de la basura, a un lugar más al estilo europeo. En esta calle se encuentra la casa donde vivió Nelson Mandela antes de ser arrestado para pasar 27 años en la cárcel. Mandela no sólo luchó contra el apartheid sino que también fue el primer presidente democráticamente electo (y negro) de Sudáfrica (1994-1999). Recibió en Nobel de la Paz y ayudó a la reconciliación del país. Cuando llegó al poder la gente estaba lista para pelear, tenían armas y mucho rencor, pero se encontraron con un hombre que instó al pueblo a no sentirlo, al reconcilio. El odio del pueblo era tan fuerte que se convirtió en el reto más grande de Mandela. Durante su gobierno se ideó varias formas de reconciliación y creó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación para hacer justicia a todos los crímenes cometidos. Aunque este modelo de justicia recibió muchas críticas (porque no era penal y no se dio ningún castigo), ayudó para que se aclararan muchos crímenes y fue retomado por muchos países en situaciones parecidas.
En frente de la casa de Mandela (que hoy es un museo) hay decenas de puestos de artesanías, donde vendedores exponen toallas y pinturas con el rostro de Mandela, jirafas, elefantas y leones tallados en madera, manillas, decoraciones para la casa y otro tipo de souvenirs.
Lungi nos invita a la plaza principal y nos muestra un mural con una foto en blanco y negro de un hombre que sostiene en sus brazos a un niño muerto. -«Nosotros salimos ese día del colegio, íbamos contentos porque perderíamos clase. Salimos a protestar contra el gobierno y sus últimas medidas que nos imponían ver las clases en afrikaans (el idioma de los blancos descendientes de holandeses). Pero no sabíamos lo que pasaría horas después». – Nos empieza a relatar la historia mientras señala la foto.
Primero los militares soltaron un perro al que los estudiantes mataron a punta de piedras. Los militares salieron corriendo y los niños y adolescentes los perseguían con piedras en la mano. Cuando llegaron a lo que hoy es la plaza se encontraron con tanques y cientos de hombres armados que los estaban esperando. La policía les pidió que se dispersaran. Ellos comenzaron a cantar y antes de que pudieran ser dispersados, la policía abrió fuego. Hector Pieterson fue el primero en caer y otro estudiante de 18 años lo levantó en sus brazos para llevarlo a una clínica donde fue declarado muerto. Con tan sólo 12 años, Hector se convirtió en el símbolo de la resistencia contra el apartheid. Ese 16 de junio de 1976 fueron asesinados 566 niños y adolescentes, convirtiéndose en la masacre más grande de Soweto.
-«¿Quiénes fueron los cobardes?¿Ellos con sus armas de fuego o nosotros con piedras en la mano?- Nos pregunta Lungi sin dejarnos responder. Más que una pregunta era una frase de reflexión.
La lluvia empieza a caer y ya es hora de devolvernos al hostal donde almorzaremos con Lungi y su novia. Ya pronto dejábamos atrás Soweto y no dejaba de preguntarme, ¿Cómo hizo esta nación para recuperarse de una violencia tan extendida y de una división tan cruel? Tanto blancos, como negros y mestizos ahora gozan de los mismos derechos, pero desde el segundo día noté que el país sufrió de un daño incalculable. Soweto es el icono de la resistencia contra el apartheid, es una visita agridulce porque se percibe que es una nación con una sociedad divida. El apartheid se acabó y nadie ganó. Sólo quedan los escombros de una sociedad junta pero no revuelta, que se respeta pero cada quien en su lado. La división es notoria para el que va con los ojos dispuestos a observar más que a ver.
El hostel de Lungi se llama Authentic Bicycle Tours Backpackers y definitivamente lo recomiendo. El tour de 5 horas tuvo un costo de 450 ZAR (South African Rands) que son aproximadamente 33USD (precio noviembre 2018). También ofrece un tour más económico por dos horas.
2 Comments
Qué bella forma de escribir y de hacernos transportar con tus palabras! No conocía con detalle la triste historia de Sudáfrica, gracias por compartirla!
Muchas gracias Juan por visitar el blog y por tus palabras!