Nunca soñé con conocer Madrid, o al menos no tenía en mi lista de «lugares por conocer» a España. No sentía ningún tipo de «apego», ni de atracción (como me pasaba con Italia por ejemplo), deseaba recorrer otras ciudades antes que Madrid, pero la vida es la vida y distintas situaciones me llevaron a la capital española antes que otra ciudad en Europa.
Tan solo una semana después de haber tocado suelo Europeo por primera vez, recibo la invitación de una prima que vive en Madrid desde hace 10 años, y cuando digo prima me refiero a la prima de mi mamá, pero soy colombiana y en mi cultura la sobrina del abuelo o del tatarabuelo termina siendo tu prima también -Familia es familia- diría mi abuela.
Como casualidades de la vida, mi amiga mexicana Elena, a quién vi por última vez tres años atrás en Nueva York, me escribe para avisarme que llega a la capital española en dos semanas para estudiar un semestre en la Universidad. Todo estaba dicho, Madrid me esperaba.
Seré honesta, mis expectativas eran bajas, no esperaba mucho. Tal vez por eso Madrid me fue cautivando poco a poco. Llegué al aeropuerto de Barajas desde París un viernes por la mañana donde me esperaba un amigo de mi prima que me llevaría al centro de la ciudad donde me encontraría con ella más tarde. En la espera, decido entrar a una cafetería y me siento en la barra. Observo el menú -Que barato que es todo, pienso- (después de haber estado en Francia, comer por menos de 5€ me parecía una ganga)
Pido montaditos -es una rebanada pequeña de pan con algún ingrediente encima- y pregunto que es una «caña».
-Es la misma cerveza pero servida en un vaso más pequeño-
-Ahhh, una caña por favor.
Disfruto de mi «snack» mientras hablo con la dama que estaba sentada a mi lado y después me marcho a caminar.
Entro a una tienda del Corte inglés para pedir un mapa y saber en donde estoy parada en ese momento. Si, solo me sirvo de los mapas para buscar el «usted está aquí» porque soy la persona más desorientada del planeta. Lo veo, lo volteo, miro para todos lados, analizo, me ubico mentalmente, camino y me pierdo, así soy yo.
Mi primera impresión fue de una ciudad organizada y limpia.
Horas más tarde me encuentro con mi prima. Sonrisas, abrazos, felicidad inmediata. Me invita a comer con su novio y el hijo de el, Enrique. Entramos a una marisquería y desde ese momento, Madrid me empezó a gustar.
Algo que me encantó de Francia es el tiempo que le dedican a cada comida, para ellos es casi un ritual el tiempo dedicado a comer y en España mi experiencia no fue la excepción.
Por ser la invitada «de honor» me preguntan si quiero tomar vino -Por supuesto, me encanta el vino-. Así que lo ordenamos junto con pan, paté y paella. Soy de las que cree firmemente que una cultura se conoce también a través de sus sabores, así que nunca(casi nunca) desprecio un buen plato de comida. Mi dieta la mandé a la basura desde que pisé el viejo continente y no tengo intenciones de recuperarla.
-Que rico estuvo todo, muchas gracias-
-¿De qué hablas? Esto es solo la entrada
-¿Qué? ¿Es broma?
Y en ese momento empieza el desfile de comida. Cangrejos, ensalada de mariscos, más vino, más pan, pescado, postres para escoger y más vino. a medida que terminábamos un plato llegaba el mesero en cuestión de segundos con el siguiente.
-Madrid ahora si que me encantas-.
Al día siguiente me preparo para mi reencuentro y segunda razón por la que fui a Madrid, para ver a Elena «mi chilindrina» porque en México todos terminan siendo de la «chicharomania» (aclaro que adoro a los mexicanos, no malinterpreten). Nuestro punto de encuentro fue en la puerta de Alcalá -uno de los monumentos más representativos de la ciudad-. Abrazos, sonrisas, momento Kodak segunda parte.
Mis siete días en esta ciudad se pasaron más rápido de lo que esperaba, y es que cuando se disfruta el tiempo se pasa volando. La ciudad me gustó, por donde quiera que mirara encontraba alguna sorpresa agradable.
Lo mejor: La hospitalidad recibida por el lado de mi prima y su novio, la buena onda de «mi chilindrina»…
y las salidas y «guías turísticas» de Enrique junto con sus amigos «ezzpañoletes». Gracias por las cañas y las salidas nocturnas. Ya puedo comparar Nueva York con Madrid y creo que ésta última se merece mucho más el título de «la ciudad que nunca duerme». ¿Una salida a cine a las dos de la mañana? -¿Por qué no?-
No me queda duda que en los viajes, más allá de los sitios turísticos y la lista de «lugares a visitar», son las personas que hacen nuestras experiencias, la hospitalidad, lo vivido, lo aprendido, todo es válido y acumulable para hacer del viaje una experiencia única. Gracias Madrid (y su gente) por sorprenderme.
9 Comments
Como te quiero mi chiliiiiiiii!! <3
Y yo a ti!!! Espero volverte a ver, pero esta vez en Mexico 🙂
Felicidades Lina por este nuevo proyecto que comienzaa! Y gracias por este artículo que simplemente me transporto a Madrid una vez más! Como olvidar ésta ciudad siempre tan llena de vida y todos sus sabores..entre los cuales no olvidaré la paella o unas tapas con su respectiva «caña». Enhorabuena, éxito!
Mary, gracias a ti por leerme y seguirme en esta nueva aventura. Abrazos
Mi primi hermosa, estoy muy orgullosa de ti y encantada de haberte tenido aquí y formar parte de tu historia y ayudarte a descubrir éste pequeño pedazo de mundo tan especial. Porque dicen que de Madrid al cielo…y ole!
Éxitos mi amor y cuenta con nosotros para una nueva aventura… Un besazo
Prima siempre me quedo corta para agradecer tu hospitalidad. A Madrid vuelvo algún día, de eso estoy segura. Muchas gracias. Un besazo, como dirían en España 🙂
[…] la frontera con Francia y Alemania-, a eso de la media noche después de todo un día de viaje. Como lo dije en mi artículo de Madrid, un viaje no solo lo hace el lugar sino también las experiencias vividas con las personas que te […]
Concuerdo totalmente contigo, Madrid es una ciudad que no duerme y los madrileños son muy «majos». Llevo acá un año aproximadamente y es una ciudad que me encanta!! (Exceptuando los días en que hay olas de calor)
A mi también me sorprendió enormemente!! Me encantó!