Pocholo camina erguido, sacando pecho, pavoneándose como si fuera un macho Alfa, algo que esta lejos de su realidad. El «Pocho», como le han apodado los pescadores de la zona, no se rinde. Hace varios años fue víctima de un ataque por parte de algún mamífero dentro del bosque.
Es por eso que le falta la pata derecha.
Sin embargo, su condición física no le impide caminar como lo hace, ni aparentar que nada ha pasado.
Pocholo es uno de los miles de flamencos rosados que observo por primera vez en mi vida. Me encuentro en Camarones, La Guajira, donde fui invitada junto con otros dos blogueros a ser parte de esta experiencia, gracias a la agencia History Travelers.
Es la primera vez que visito el Santuario de Flora y Fauna los Flamencos, y es la primera vez en mi vida que hago avistamiento de aves, una actividad que nunca consideré antes.
Muy temprano en la mañana, tras un viaje de veinte minutos al sur desde Riohacha, aún cuando los rayos del sol empezaban a recobrar vida, nos subimos a un cayuco. Un bote de madera con una vela y empujado por un hombre que va caminando en la Ciénaga, ayudado solo por el viento. Él es un indígena Wayúu que hace parte de una de las comunidades que habitan en la zona, quienes viven directamente de la pesca y del turismo de una manera responsable.
Nuestro objetivo era la búsqueda de los flamencos rosados, quienes habitan en gran cantidad en esta ciénaga que debido a su salubridad, es hogar de la artemia salina, el alimento que les da su color rosado. El guía, por supuesto experto y apasionado en el tema de las aves, nos iba mostrando diferentes especies a medida que avanzábamos lentamente por la Ciénaga fangosa.
Desde lejos veía un mar pegado a las nubes, casi en levitación, Desde cerca, escuchaba el sonido de las aves. Las observaba mientras José Luis, el guía de aviturismo de la comunidad indígena Wayúu, nos explicaba la diferencia entre la una y la otra. Algo que para mí, no era tan obvio.
Pasaron varias horas, hasta cuando por fin los vimos. Un grupo de por lo menos mil flamencos rosados picoteando en el agua, caminando erguidos y sacando pecho, otros estáticos como en modo de levitación. Todos hermosos.
Para ser sincera, nunca había considerado hacer avistamiento de aves durante mis viajes. Pero disfruté y aprendí de esta experiencia, así como vi especies que ni siquiera sabía que existían y que hacen parte de un grupo muy selecto que solo viven en Colombia. Aves endémicas que llaman.
Recomiendo este vídeo para ver más sobre la experiencia y conocer un poco más este destino que cada vez se está posicionando mejor en Colombia.
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