Ya había escuchado hablar sobre la quebrada las Gachas de Guadalupe, Santander, al nororiente de Colombia. En algún lado había leído que las Gachas era el «caño cristales de Santander», haciendo referencia al río de colores «más hermoso del mundo» que se encuentra ubicado en la Sierra de la Macarena. Acceder a éste último no es tan sencillo, además que sus colores no se aprecian durante todo el año, debido a unas plantas mal llamadas «algas» de diferentes colores que convierte ese río en una maravilla visual y sólo aparecen en cierta temporada del año.
Por lo contrario, acceder a las Gachas es más sencillo y se puede hacer durante todo el año ya que el color rojizo se debe a un efecto visual del color de las piedras y el óxido que éstas producen al estar en permanente contacto con el agua. Ahora que me encuentro recorriendo Colombia, no quería dejar pasar por alto la oportunidad de al menos, conocer alguno de los dos ríos.
Abandoné Antioquia para adentrarme en el departamento de Santander. Después de pasar unos días en Bucaramanga con Paula, viajera y amiga autora del blog Vieja que viaja, partí rumbo al sur del departamento con una amiga de ella, Antonia.
Juntas bordeamos la carretera que atraviesa el Cañón de Chicamocha y llegamos a Socorro, Santander. Un pequeño y hermoso pueblo testigo de muchas batallas y con una gran influencia en la historia del país. Fue allí donde la inconformidad originó la famosa Insurrección de los Comuneros, pieza clave en la historia de la Independencia de Colombia. Hoy en día hace parte de la Red de pueblos Patrimonios de Colombia.
No era nuestra intención quedarnos. Llegaríamos solo para recoger a Ana, otra de sus amigas quien conocía bien la región y nos llevaría a conocer las Gachas.
Andamos unos 30 minutos hasta llegar al municipio de Oiba, donde nos desviamos en una pequeña intersección con dirección al municipio de Guadalupe. La carretera era zizagueante. De un lado la vegetación y del otro abismo.
Todo era trocha -como le decimos en Colombia a una carretera sin pavimentar-. Había poca señalización y dudamos varias veces si habíamos tomado el camino correcto. Preguntábamos a campesinos cada tanto para estar seguras.
Pasaron más de 60 minutos cuando llegamos a nuestro destino. Desde la carretera entramos a pie por un camino estrecho. Mientras caminábamos, reíamos y hacíamos bromas burlándonos de nosotras mismas, pasábamos por praderas y terrenos que eran encendidos por el atardecer. En el camino un chico en plena pubertad nos detuvo y nos dijo que «aquí se debía pagar un peaje de dos mil pesos».
Un peaje en un lugar natural y abierto al público.
Me causó gracia y al mismo tiempo molestia cuando al escuchar mi respuesta, nos gritó «maleducadas». Dejando a un lado el debate de qué tipo de consecuencias ocasiona el acto de regalar monedas o billetes a niños, sólo por la idea equivocada que el turista tiene más y por ende está siempre obligado a regalar, seguimos caminando haciendo caso omiso a los gritos.
Tardamos alrededor de veinte minutos, cuando finalmente la vimos. Una quebrada estrecha, arropada con una extensa piedra que permite al bañista caminar por ésta, dando la ilusión de caminar sobre el agua. Gracias al tiempo, que todo lo logra, el agua ha esculpido una sucesión interminable de hoyos de diferentes tamaños y profundidades, cubiertos de agua como si fueran jacuzzis.
El sol estaba cubierto por nubes evitando que viéramos el brillo de los colores. Nos quitamos la ropa y dábamos tímidos pasos para no resbalar con la piedra de apariencia babosa. El agua estaba helada, pero eso no evitó que nos metiéramos en alguno de los hoyos.
Hay pocetas de hasta tres metros de profundidad, por eso éramos muy precavidas al momento de meternos.
En ese momento una nube descendió sobre el horizonte, despejó el sol y éste empezó a desnudar descaradamente los colores que destellan la quebrada de las Gachas.
Densos rojos y amarillos que contrastaban con el verde de la vegetación que nos rodeaba. El atardecer fue lento y ahogado. Regresamos exaltadas y felices de haber compartido un primer viaje juntas en un lugar exclusivo y caprichoso de la naturaleza.
Y tú, ¿Ya conoces la quebrada de las Gachas de Guadalupe? Si tienes preguntas o deseas compartir tu experiencia, no dejes de hacerlo abajo en los comentarios. Si este artículo te gustó, compártelo para que otros conozcan este hermoso rincón de Colombia.
11 Comments
Excelente ilustración para llegar a este lugar maravilloso he pasado en muchas ocasiones por oiba y desconocia que existía muy cerca de esta ciudad las famosas Gracias, lo tendré en cuenta para visitarlo.
Con mucho gusto Gonzalo! Disfruta del lugar.
Interesante punto para ir 🙂
Hola lina buen día. Gracias por ayudarnos a conocer este lindo país, así no lo creamos.
Gracias por tu comentario Yolanda 🙂
En qué fecha fue esto? debieras colocar las fechas para uno tener referencia también
Gracias por tu sugerencia Kim. Fue en el 2016.
Hola vivo en este hermoso lugar llamado las GACHAS hoy en día año 2020 ya hay carretera pavimentada desde OIBA a GUADALUPE el transporte entre estos dos pueblos cuesta 8.000 pesos, también hay una carretera destapada para llegar a la quebrada y no caminar o por un sendero peatonal en caso de que no quiera pasar por la propiedad privada donde cobran mil pesos por persona y los dueños son muy groseros si no pagan, pero si les pasara algo dentro de esa propiedad ellos no responden porque no tienen una póliza o seguro que respalde cualquier incidente que le suceda al turista, por eso algunos no pagan así los propietarios se disgusten.
¡Hola! Muchísimas gracias por este comentario. Ya hago los respectivos cambios. ¡Saludos!
Gracias por el aporte, lo bueno de viajar siempre sera disfrutarlo, esperemos ir pronto mi esposo y yo aunque nos da algo de miedo, el que quizas sea un poco solitario y se preste para violencia o asaltos, si es seguro caminarlo??.
Que hermoso