Hay lugares que nos pueden desarmar en palabras incluso antes de haber llegado. Hablo de esos lugares que guardan secretos e historias de su pasado, de esos lugares que solo conocíamos por libros o películas y que una y mil veces dimos paso a la imaginación para darnos una visión sobre cómo eran, tanto en la antigüedad como en la actualidad.
Mi viaje a Nápoles, a diferencia de otros, no fue por casualidades del destino ni por utilizar mi sistema “donde caiga el dedo en el mapa”. Fue un viaje soñado desde mi adolescencia y planeado desde que pisé Europa por primera vez.
Soy de ese grupo de personas a quienes le encantan la historia, y desde que tengo uso de memoria (si ya sé, estoy exagerando) he tenido una adicción por Pompeya, tanto así, que preferí conocerla antes que Roma.
Desde Siena tomé el tren a Nápoles y horas después ya estaba en la capital del sur de Italia. No esperaba mucho de ésta ciudad, de hecho mi recorrido final era Pompeya –creo que ya les quedó claro- incertidumbre es la palabra que define lo que sentía.
Todo lo que había escuchado antes era negativo: caos, mafia, inseguridad y de hecho, no se equivocaban. Mi primera impresión fue de una ciudad sucia, ruidosa e insegura. Todo lo contrario de la imagen romántica y encantadora que tenemos de Italia. Pero a decir verdad, me sorprendió.
Mientras esperaba a mi «host» de couchsurfing, decidí caminar la ciudad y al principio nada me sorprendió, ningún edificio llamaba mi atención, algunas calles me parecieron sucias y en algunos lugares llegué a sentir miedo (sentimiento que nunca antes había sentido estando en Europa).
Finalmente horas más tarde de deambular por la ciudad, llego al lugar de la cita con quien me va alojar y ¡oh sorpresa! Aparece en una Vespa, me tomó desprevenida.
-¿Por qué no?, siempre había querido hacerlo en Roma, (llámenlo cliché) pero ya que la oportunidad se presenta por éstos lados…
Y ahí voy yo, transitando las calles de Nápoles en una Vespa. Recorrí lugares que no estaban marcados en el mapa turístico y a decir verdad, estaba feliz.
Feliz de que un local me mostrara una cara diferente de la ciudad y me hiciera cambiar de parecer.
Circulando por sus calles, algo desordenadas comparadas con otras ciudades de Europa, Giussepe me explica que una de las razones de su tráfico alocado es porque llevan años construyendo el metro subterráneo ya que cada vez que realizan una excavación, encuentran algún objeto de la antigüedad y por ser Patrimonio de la Humanidad deben detener la labor hasta que se realice el trabajo de arqueología.
Me llevó a comer uno de los mejores inventos de la ciudad: La pizza (la mejor que he probado hasta ahora).
Pasamos por su centro histórico, por sus callejuelas desde donde se observa la ropa secándose al sol. En parte me gusta ese desorden, la gritería de la gente desde una calle a la otra me recordaba alguna ciudad de Latinoamérica. Me gustan los lugares vivos, donde el orden no sea su protagonista sino la interacción interpersonal y Nápoles no es la excepción, o más bien lo es; Es la «diferente» de Italia, o la amas o la odias.
Finalmente llegamos al mirador, me explica que pocos turistas lo conocen y en realidad la mejor vista de la ciudad se ve desde allí. No se equivoca.
Esperé verlo durante años, me lo imaginaba así, imponente, un gigante durmiendo. El… el volcán Vesubio, uno de los más importantes y conocidos en la historia de la humanidad por su famosa erupción que destruyó por completo las ciudades de Pompeya y Herculano hace casi 2000 años. La ciudad está vigilada todo el tiempo por el único volcán activo de Europa continental. La imaginación no me falló o más bien él no me decepcionó, mis expectativas fueron superadas.
Mi paso por Nápoles fue fugaz pero sustancioso. Gracias a un local pude disfrutar su apabullante patrimonio artístico, sus fantásticos barrios y sobretodo su vida callejera algo bulliciosa -amada por muchos, odiada por otros-.
Ahora –gracias a un local- veía a Nápoles con otros ojos. «Es una ciudad sin tapujos, sin maquillaje, escandalosa, es como es». Por eso me encantó, por ser tan auténtica.
9 Comments
Confirmo con este artículo la apreciación que he tenido de Nàpoles, una ciudad bulliciosa como son las ciudades de la costa Caribe colombiana. Buena nota!
Exactamente eso pensaba yo cada vez que escuchaba la gritería de la gente 🙂
[…] En Nápoles mi host me hizo un tour por la ciudad en su Vespa -¡Al estilo italiano!-. […]
Hola ! muy linda nota!
tenes lugares mas concretos para recomendar en Napoles? Como encuentro el mirador del Vesubio?
Hola! Es el mirador Posillipo, yo subí en moto pero creo que en servicio público también puedes llegar. Puedes visitar la Piazza del plebiscito, el Palacio Real, la Galería Unmerto I, la Capella Sansevero y el Castel Dell’Ovo.. Ahh y por supuesto, no dejes de comer pizza!! Saludos.
Nápoles me atrapó en el momento en que comencé a adentrarme en todos esos barrios suciosos y bulliciosos. Me enamoré completamente de esa ciudad llena de matices, de vida, de música. ¡Es el viaje que más atesoro! Es una ciudad que me dejó obsesionado. No pasa un día, una sola hora en que no piense en Nápoles. Cuando regrese Europa, será visita forzada. Mi visita fue igualmente fugaz, pero me dejo una impresión perdurable que me arrastra de nuevo a sus albores.
Hola Alan! Gracias por visitar el blog. Me alegra que el artículo te haya transportado a esta maravillosa ciudad. Saludos!
Hola, me encanta poder leer que se puede viajar sola, tengo dudas de que zona escoger para alojarme y patearme el casco histórico sin trasporte si fuera posible y solo usarlo para Herculano o Pompeya
Hola Elena! ¡Claro que sí es posible! 🙂 Te recomiendo buscar las zonas de hostales o como tu lo has dicho, el centro de la ciudad. Los precios pueden ser más costosos pero tienes más acceso a pie.